Misión (Rodolphus)

Después del desafortunado encuentro con Lestrange me encontraba furiosa; él se había largado del lugar con calma y burlándose de mí, lo único que me quedo por hacer fue usar su estúpida camisa, debido a que mi vestido lo había hecho trizas, colocar mi abrigo e irme a la mansión Black, pero mi cólera tenia que liberarse, y justo a las afueras del hotel, estaba una miserable familia muggle, solo basto que imprudentemente chocaran conmigo para lanzar un par de "avada kedavra".  Desaparecí y en cuestión de segundos ya estaba a las afueras de Grinmuld Place, entre a hurtadillas, la hora no era adecuada, poco me importaba, la realidad era que no pretendía un discurso por parte de Druella, no estaba de humor después de todo lo vivido con Lestrange, aun sentía dolor por las recientes lesiones.

"Familia de muggles asesinados fuera de un prestigioso hotel", este era el encabezado que el profeta había decidido colocar a la mañana siguiente, aun no hallaban al culpable de tal atrocidad y dudaba mucho que lo hicieran, la única persona que sabía que yo tenía la sangre fría de hacerlo era el mismo que me había orillado a eso, Rodolphus Lestrange. No sentí culpa alguna por esos sangre sucia, el odio seguía recorriendo cada parte de mi cuerpo y me impidió ver el riesgo en el que había puesto nuestro anonimato y que de eso implicaría arruinar los planes de mi amo. Un par de semanas después, mi impulsividad había logrado que el señor oscuro me llamara, sentí temor, por primera vez, no por la muerte que pudiera regalarme por mi imprudencia, sino por el hecho de sentir que le había fallado a mi amo, por culpa de mis arrebatos con el ojiverde. Fui inmediatamente a encontrarme con él, me incline ante su superioridad y antes de que pudiera ofrecer mis disculpas por mis actos cometidos, me dio indicaciones.

-Bellatrix, has cometido una imprudencia, lo sabes- miraba su varita, mientras yo solo agachaba la mirada- Mi señor- trate de interrumpir, pero ordeno que guardara silencio, continuo- Siempre he pensado que tienes el talento de pertenecer a mis seguidores, pero me has demostrado que eres terca e impulsiva y que matarás a quien yo te lo pida sin poner excusas- me encontraba confundida, no entendía a que se debían sus palabras, si era un regocijo para él o eran las últimas palabras que pronunciaría para terminar conmigo. -Ten- coloco en mis manos una copa dorada, era pequeña, pero bañada en oro. Lo miré perpleja, sin saber que tenía que hacer con ella- Guárdala, te la confió y me responderás con tu vida, si en algún momento esta desaparece, no necesitas hacer preguntas, largo - no dije más, sabía que mi señor no daría explicaciones, tampoco las necesitaba. Sonreí para mí, de nueva cuenta estaba en el juego, y como su más fiel seguidora, no fallaría.

Camine hacia la salida, pero mi señor pronuncio algo más- Lestrange, te acompañara - mi cara de júbilo se transformo al oír ese nombre, ese maldito nombre. No sabía nada de él desde el incidente en el hotel, todo este tiempo solo me negaba a hablar del tema de la boda con mis padres, cómo pretendían que yo uniera mi vida a ese infeliz bastardo, empero, las ordenes de mi amo eran claras, solo asentí y salí del lugar inmediatamente.

"Gringgots" pensé, mi cámara de seguridad sería lo más propio para mantener a salvo la copa y mi vida. Suspiré profundamente, mientras enviaba el mensaje a Lestrange para que se encontrará conmigo, solo esperaba tener la suficiente voluntad de no matarle ahí mismo. Aparecí en el callejón Diagon, miré a los alrededores esperando ver a aquel hombre que tanto detestaba.

Ahí estaba, miré rápidamente a Lestrange ¿qué esperaba?, con prisa me acerque a él, sabía que tenía una misión que el señor tenebroso me había encomendado directamente a mí, y por órdenes suyas Rodolphus sería mi acompañante, sin embargo, no pensaba mirarle o hablarle siquiera, después de lo ocurrido, no me apetecía ser cordial. Oí sus palabras, bufé al tiempo que terminaba de decirlas, ¿una disculpa?, estaba loco si pensaba que iba a obtener eso de mí. Su cercanía erizo mi piel, no como la primera vez, en esta ocasión repudiaba que tan solo aproximará su cuerpo al mío, pero tenía razón, no debía levantar sospechas, fuera lo que significará esta copa, era importante para mi señor, por algo había dado indicaciones claras.

Entramos a Gringgots, miré con repudio a las malditas criaturas que se encontraban ahí, era claro el asco que despertaban en mí. Permanecía un silencio sepulcral en el lugar, solo se escuchaba el movimiento sutil de los duendes sellando documentos, y suaves pasos que se acercaban a realizar algún movimiento. Me gusto saber que no éramos el centro de atención.  Miré a Lestrange y rodeando los ojos indique- Cualquier estúpida criatura puede servirnos, pero aquel es el indicado- me apresuré a caminar hacía el escritorio más alto del lugar, en él se hallaba un duende viejo, sin formalidades indiqué- Quiero entrar a mi bóveda, inmediatamente- El duende por fin nos miró con cara enfadada y al tiempo de reconocer nuestros rostros fingió una sobrada amabilidad- Señores Lestrange, por supuesto, adelante- Black- indiqué a la bestia- mi apellido es Black- recalque, no planeaba que esa boda siguiera en pie, me moleste al escuchar que me llamaban por el apellido de Rodolphus. –Por supuesto Madame Black, acompáñenme- camine detrás del duende Bogrod, entramos inmediatamente a los túneles, seguía sin dedicarle alguna mirada a mi “prometido”, tampoco la palabra. El silencio incomodo siguió hasta pasar la pila de encantamientos que había decidido se colocarán para entrar a mi bóveda, era máxima seguridad.

Una vez que llegamos, el duende bajo y con cortos pasos tomo unas campanas colocadas en el suelo, reí burlonamente al ver al maltratado dragón blanco que se encontraba custodiando la entrada a la bóveda. –Bestia asquerosa- finalmente el duende coloco su mano en la entrada y la cámara empezó a abrirse. –Hasta aquí llegas tu- le indique al duende, pidiendo que se largara- cuando termine, te llamaré- Mire a Rodolphus y acto seguido entramos. El oro era abundante, mi familia siempre había atesorado una gran fortuna y se notaba, era lógico que quisieran seguir teniendo y aumentando sus valores, esa era una de las razones por las que habían decidido que Lestrange me desposará.

Camine en la bóveda, cuál sería el lugar indicado para el tesoro de mi señor, cuál sería el hechizo con el cual lo mantendría a salvo. Por fin miré a Lestrange, después de ignorarlo un gran rato, aun mis ojos destilaban una ira incontrolable, recordé su poca caballerosidad mostrada en nuestro encuentro anterior. - Sabes porque estamos aquí, ¿verdad? –pregunté asumiendo que el señor tenebroso había confiado el secreto a él, quizá el supiera más que yo, en ese momento me inquieto el saber qué protegía y de quién lo protegía. –Vamos Lestrange, este es un lugar seguro, solo quiero respuestas para seguir las ordenes de mi señor, sin errores- arquee una ceja, clavando mi mirada en él.

La luz era casi nula en la cámara, solo unas pequeñas lámparas brindaban un poco de luminosidad, eso me inquietaba, no podía ver del todo a mi acompañante, ni sus pasos, ni lo que fuera a hacer en ese lugar. No obstante, con dificultad seguí con la mirada a Lestrange, actuaba con cautela, ¿de qué se trataba? ¿Acaso mi señor no había perdido el tiempo informándole porqué debía guardar la copa? Quién tenía que ser Lestrange ¿mi niñera?, distraje mi mente pensando en todas las posibilidades del por qué mi amo actuaba de tal manera, sin verlo venir, el ojiverde planto un apasionado beso en mis lados, no actué de la forma en la que debía, pero qué se creía besándome, me separé con rudeza de él, aniquilándolo con mi mirada y “limpiando mis labios” de su sabor. –No es una visita marital, Rodolphus, no se te ocurra acercarte de nuevo a mí, o no correrás con tanta suerte, aquí, dudo que puedas salir huyendo como la rata que eres- amenacé mientras me quitaba el pesado abrigo que tenía encima. No era que pretendiera matarle en nuestro anterior encuentro, sin embargo, me había tratado como una cualquiera, a mí, a su prometida. Nunca antes me había importado aquel “titulo”, pero había pisoteado mi dignidad y claro, no podía hacer nada al respecto, pues había un contrato, un estúpido contrato que le daba prácticamente mi vida en bandeja de plata.

-Deberías saberlo tú, al parecer el señor tenebroso considero mandarme una niñera para hacer sus deseos realidad, qué pena que seas tú quien está acompañándome, no me apetecía verte, Malfoy seguramente hubiera sido mejor compañía - murmuré alejándome de él lo más que podía. Detestaba a aquel hombre, su amorío con Cissy, mi hermana preferida, hacía que ella se enfocara en ser un ama de casa, con altanería y siguiendo los pasos de Druella, había mentido con preferir su compañía, pero no reconocería aquello ante Lestrange. Recordé mi encuentro con el rubio en la mansión Black, había mencionado ciertas excursiones que mi señor había realizado, sin embargo, dudaba que ese estúpido supiera algo, de todos sus seguidores, él era el menos competente para realizar alguna misión de importancia, no obstante, me sorprendía que Lestrange desconociera el por qué nos hallábamos aquí, no, no, seguramente era otro juego más de él, tratando de sacarme de mis casillas.

Me acerque lentamente hacía donde se encontraba Lestrange, mi rostro quedo a un centímetro del suyo, podía sentir su respiración golpear mi rostro, sentía aquel perfume que desprendía de su muy elegante atuendo, mismo que no podía olvidar desde aquella noche. –Lestrange, no caeré en tu juego de nuevo querido, de mí no obtendrás nada, este juego termino el mismo día que empezó. Así que, sin mentir, dime porque él señor me confió tal objeto y qué valor tiene, debemos protegerlo, porque si algo pasará, dudo que te libres de la muerte, por algo estas aquí- sentencié mientras seguía tratando de intimidarle con mi seguridad, debía tener en claro que no le temía, ni a él ni lo que pudiera hacer, su “lección” del otro día solo me permitía estar alerta de sus pasos, aunque la poca luz me quitará ventaja, no flaquearía, esta vez no.

El ruido generado por sus jugueteos me desconcentraba, oía como el oro y los pequeños artefactos  de plata sonaban debajo de sus pies. Miraba con detenimiento a Rodolphus, sus palabras parecían sinceras, por primera vez… Quizá estaba menospreciando el hecho de que el señor tenebroso confiará en mí, sonreí mientras le daba vueltas a la pequeña copa dentro de mi bolso. Giré los ojos ante el comentario de Lestrange ¿eficacia?, oh vamos, yo sola podría acabar con eso en aquel mismo instante, pero tal vez, debido a nuestra unión, el aparecer en Gringgots juntos no causaría sospecha alguna.

Lestrange se puso en marcha, no hice movimiento alguno, claro que seguiría las indicaciones de mi señor, pero esperaba que mi actuar no fuera tomado a la ligera, mi vida dependía de ello, no podría darme el lujo de aventar la copa como todos esos objetos sin significado alguno y largarme de esta sucia cámara. La pregunta del ojiverde me hizo mirarlo perpleja, ¿en realidad quería hablar de nuestro último encuentro? Ni siquiera había tocado el tema con Cissy, y vaya que le confiaba mis más oscuros secretos, era complicado tener que explicar cómo habíamos llegado a tales torturas después de una noche de apasionados besos.

Sus comentarios hicieron que olvidará por un momento la misión a seguir, nunca antes me había apetecido unir mi vida a un hombre y menos por el mandato de mis padres, sin embargo, al ser Lestrange, no era algo que me incomodará del todo. Reí, no se trataba de fortuna, éramos una de las familias más antiguas y poderosas de Inglaterra, estábamos parados junto a una pila de reliquias que ni en 10 generaciones terminarían, no, esto se trataba de sangre, de la pureza que ambos debíamos perpetuar, hasta yo, la insolente Bellatrix lo sabía, o acaso, ¿no era el principio básico de nuestro movimiento con el señor oscuro?. Bufé y me acerqué a Rodolphus, tomando su brazo y haciendo que regresará a la cámara, aquel era sorpresivamente el mejor lugar donde pudiéramos “hablar del tema”.  

Suspire esperando no caer en el arrebato de la vez pasada – Rodolphus, no tengo intención alguna de unir mi vida contigo- mentí, si debía ser con alguien, Lestrange era la mejor opción para mí- no obstante sabrás que esto va más allá de un simple contrato, no pretendo ser mal vista como Andrómeda, soy la mayor de mis hermanas y está en nosotros seguir con la pureza de la sangre que corre por nuestras venas  y bueno, eres la mejor opción que tengo, querido- lo mire de pies a cabeza, su aspecto físico era impecable, su pureza intachable y algo dentro de mí, me hacía tenerle cierto “cariño. Metí sin permiso mis manos a su capa, buscando alguno de esos cigarrillos que guardaba, uno no me caería mal en estos momentos.  Enseguida lo encendí y me pasee en el pequeño espacio libre. –Debo reconocer que te debo una disculPA- las palabras salieron con dolor de mi garganta, parecía que pequeños alfileres se clavaban mientras pronunciaba aquello, garraspee y trate de no buscar su mirada, seguramente estaría satisfecho con lo que acababa de decir- No debí “dañar” a mi futuro esposo, ni poner esta barrera entre nosotros, no a pocos días de la boda- tome asiento en el baúl donde antes él estaba. Tome con mi mano libre la copa, dándosela a mi acompañante, no quería que causara burla mi disculpa, tenía que entretenerse con otra cosa. –  Me parece adecuado el hechizo, aunque quien osara entrar aquí, estaría muerto al instante- crucé mis piernas mientras el tabaco seguía entrando en mi organismo.

No podía dar crédito a lo que estaba escuchando, había decidido aquel preciso momento para terminar nuestro compromiso sin más, no le quite la mirada de encima, cuando menciono a Andrómeda, la rabia empezó a apoderarse de mí, no sabía si era por la traición de ella o por lo que sus palabras decían. Era claro que algo de Rodolphus hacía que perdiera la cabeza, era un hombre que no titubeaba al obedecer las órdenes de mi amo, además de sumamente apuesto y el control que en ocasiones ejercía sobre mi carácter, me hacía considerarlo por mucho, la persona ideal para mí. Aunado a mis propios sentimientos estaba el hecho del tumulto de críticas que recibiría por parte de mis padres, que quizá, la única buena noticia que les había dado durante mis 25 años era formalizar una relación con quienes ellos eligieron. Viendo tal panorama, tenía dos opciones, salir de esta maldita cámara, de este maldito banco e irme lejos siguiendo la causa de mi señor o tratar de reparar lo que parecía irremediable con Lestrange.

Suspire profundamente, mientras terminaba el cigarrillo. Hice un par de movimientos con mi varita colocando en lo alto la copa, del hechizo, sería cuando saliéramos del lugar, conocía la potencia de él y no quería terminar ahogada entre el tumulto de mi fortuna. De momento, mi atención la ocupaba aquel hombre, que parecía muy seguro de sus palabras, la misión encomendada a mí directamente perdía cierta importancia. –Lestrange Lestrange, vamos, sabes que tus palabras no son del todo ciertas – acerque mi cuerpo al suyo, tuve una necesidad impresionante de sentirlo cerca de mí, a lo mejor era por el hecho de saber que se iba o porque estaba siendo dominada por mis emociones, paso por mi mente Cissy y Malfoy, odiaba que mi hermana fuera débil a causa de sus sentimientos, pero en este momento, podría ser que llegara a entenderla. Pero claro, no cedería a sentimentalismos innecesarios, conocía a Rodolphus, y aquello tampoco le gustaría, éramos más del tipo amor-odio, preferí entonces, que dominara en aquel pequeño lugar otro sentimiento, la pasión.

-¿Creo que también merezco algo por lo ocurrido en el hotel, no lo crees Rodolphus?-inquirí mientras lo acechaba, mis manos rodearon su cuello, esperaba no ser rechazada o torturada como solía actuar mi acompañante. –No te pediré que continuemos con este “martirio” como también lo llamas –levante mis hombros quitándole importancia, aunque sabía en el fondo de mí que deseaba unirme a él, no solamente por la fortuna, la familia, la pureza de su linaje, sino porque sus ideales eran los míos y aunque me costara admitirlo, desde el colegio había despertado ciertos sentimientos por él- pero me debes algo – mis ojos recorrieron su fino rostro, lo mire directamente a él y luego a sus labios, deliberadamente plantee un apasionado beso en ellos, aumentando poco a poco la velocidad. Me separe un momento, necesitaba tomar algo de oxígeno, jadeante, le rete- Hagamos que valga la pena el hecho de mandarme al diablo, me lo debes o podemos ir por ese whisky y brindar por nuestra separación.- reí irónicamente, esperando su respuesta, en este punto de la situación no me quedaba mucho por hacer, más que esperar que el deseo se apoderada de él y fuera más efectiva una reconciliación de ese modo. Ninguno de los dos cedería a más, no estaba en nuestra personalidad y posiblemente eso era lo que a ambos nos atraía uno del otro, al menos, en mi caso así lo era.